Cuando el corazón madura

Cuando el corazón madura

A medida que cumplimos años nuestro corazón madura. Y no, no es que con la vejez el corazón se enfríe. Ni desde el punto de vista de los afectos, que siguen fluyendo a lo largo de toda nuestra vida, ni en lo relativo a los cuidados de ese órgano. Cuando nos hacemos mayores las dolencias cardiacas se presentan y expresan con mayor intensidad, condicionando una sustancial pérdida de nuestra calidad de vida.

El corazón en el envejecimiento

El envejecimiento es un proceso natural que se caracteriza por afectar a todos los seres vivos y a cada uno de los órganos que los componen. Igual que envejecen los músculos y los huesos, también lo hace el cerebro, las arterias y el corazón. De entre las características que identifican el proceso normal del envejecimiento hay una que destaca de manera singular: los cambios que se asocian al envejecimiento conducen a una disminución en nuestra capacidad de reserva funcional. Como consecuencia directa, la capacidad de adaptación y de respuesta a los cambios del órgano afectado por el envejecimiento se ve disminuida. Y el corazón y el sistema cardiovascular en su conjunto no son una excepción a esta regla. Con el paso de los años la capacidad de adaptación de nuestro sistema cardiovascular disminuye. Y esa pérdida va a afectar tanto a actividades habituales, incluso saludables como a situaciones de enfermedad.

En el caso del ejercicio físico esta variación en la capacidad de adaptación, que incluye desde un menor aumento de la frecuencia cardiaca con el ejercicio a un peor aprovechamiento del oxígeno por los músculos, obliga a diseñar cuidadosamente el tipo de actividad física a realizar por las personas mayores. La actividad física que deberá orientarse dependiendo de la edad de la persona que realiza la actividad, de su grado de entrenamiento y de su grado de autonomía funcional. Esta dificultad para adaptarse a los cambios alcanza su máxima expresión cuando existe una enfermedad del corazón, donde además se suman las consecuencias propias de la enfermedad.

Las enfermedades cardiacas

La vejez es la época en la que la enfermedad cardiovascular es más frecuente. Siempre se pensó que la razón por la que las enfermedades cardiovasculares eran especialmente frecuentes en las personas mayores era porque se arrastraban desde etapas anteriores de la vida. Sin embargo, datos recientes indican que no solo ocurre este fenómeno sino que la edad de comienzo más frecuente para las enfermedades cardiovasculares es la vejez. Más de la mitad de todos los infartos cardiacos se producen por primera vez en mayores de 65 años. Más aún, la mitad de todos estos problemas se producen en los mayores de 75 años.

Factores de riesgo

Por tanto, en las personas mayores sigue siendo muy importante la protección frente a la enfermedad cardiovascular, que debe hacerse a través de las estrategias básicas aplicables también en otros segmentos de edad como tratar los factores de riesgo, reducir durante la fase aguda (en caso de infarto de miocardio o cerebral) el daño permanente y prevenir la progresión de la enfermedad y su impacto sobre la calidad de vida de la persona. Todo ello tomando en consideración los dos principales factores implicados en la toma de decisión en enfermos mayores que son su expectativa de vida y su autonomía funcional, principal marcador de la calidad de vida y mejor predictor de supervivencia.

Los principales factores de riesgo en los ancianos son la hipertensión arterial y la diabetes. 

Las enfermedades cardiacas más frecuentes en mayores

  • Arritmias (alteraciones del ritmo cardiaco) y bloqueos (trastornos de la conducción). Pueden producir síntomas de diferente intensidad; desde palpitaciones y mareos, aparentemente banales, hasta pérdida de la conciencia y caídas o permanecer absolutamente asintomáticos. En general el pronóstico es bueno con los tratamientos hoy disponibles y el principal reto consiste en diagnosticarlos antes de que originen problemas graves.

  • Los síndromes coronarios, en los que se agrupan el infarto de miocardio y la angina de pecho. Pueden presentarse con síntomas atípicos, no apareciendo el típico dolor del pecho o la sensación de ahogo, e incluso no dar síntomas. Por ello es importante consultar al médico cuando se produzca una pérdida en la capacidad de ejercicio físico o abandono de actividades que el anciano hacía previamente quien descartará, entre otras posibles causas, la presencia de una enfermedad coronaria, en especial en pacientes con factores de riesgo.

  • La insuficiencia cardiaca, que es una situación a la que se puede llegar desde muchas enfermedades del corazón y que se manifiesta por el cansancio, la dificultad para respirar cuando se hacen pequeños esfuerzos, y la hinchazón de pies y piernas.

Como siempre decimos, en la prevención está la clave. Sigue cuidando tu corazón y más aún cuando este madure.


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