Cuidar es una experiencia que merece ser siempre valorada, especialmente cuando cuidamos de una persona mayor dependiente. Con el tiempo, son muchas las personas que necesitan asistencia para llevar a cabo tareas cotidianas. Una asistencia que sus familiares, en ocasiones, no pueden darles bien sea por falta de tiempo o por desconocimiento en la materia. Ahí es donde entran las personas cuidadoras (aunque muchas veces estos familiares terminan convirtiéndose también en cuidadores de otro dependiente).

La importancia del cuidado 

La asistencia de la persona cuidadora es fundamental para que la persona asistida tenga cubiertas no solo sus necesidades vitales básicas, sino también las sociales y afectivas pues el cuidador supone una compañía para la persona mayor, alguien con quien hablar y compartir experiencias, lo que disminuye esa sensación por parte de esta de sentirse desvalida o inútil. 

Así pues, el cuidador, si no es un familiar, debe mostrarse cercano y amigable para que la persona que está siendo cuidada encuentre en él un punto de apoyo, un amigo, alguien en quien confiar y con quien no sienta que ha sido abandonado. De esta forma, la persona cuidadora debe mostrar empatía, cariño, paciencia y, sobre todo, respeto por la persona a la que está cuidando para que la atención que presta sea de calidad. 

Los factores que intervienen en la experiencia del cuidado son diferentes y varían completamente dependiendo la persona. Por ejemplo, la experiencia del cuidado no es igual si quien la lleva a cabo es un familiar o, por el contrario, una persona especializada. Sea como fuere, lo importante es transmitir el cariño y el respeto en todo momento.

Por eso es importante que la persona cuidadora se muestre siempre cercana, cariñosa y empática con la persona a la que cuida para que esta última siga sintiéndose válida y querida.