El cambio de roles. De acompañar a cuidar

El cambio de roles. De acompañar a cuidar

Llega un momento en la vida en el que por circunstancias quizá tengamos que asumir el rol de cuidador de nuestros mayores, bien porque ha irrumpido una enfermedad que hace que ellos necesiten de nuestra atención, o bien porque el propio envejecimiento lleva asociada una pérdida progresiva de su autonomía y necesitan ayuda para las actividades de la vida cotidiana.

Puede que tengamos más o menos claro lo que eso supone, en el mejor de los casos quizá no lo afrontemos solos y tengamos la ayuda de otras personas para esa labor de cuidado, en otros quizá tengamos que recurrir a cuidadores o recursos externos para que asuman nuestra función en los momentos en los que nosotros no estemos, bien por trabajo, bien por obligaciones familiares, por ejemplo. De una o de otra forma vamos “diseñando” nuestra “nueva” vida, tratando de adaptarnos a esta situación que la vida nos impone, realizando en ocasiones malabares para conjugar tiempos, tareas, obligaciones, con lo que esto supone.

Y bien, lo hemos conseguido, hemos logrado encajarlo todo, nuestro familiar está debidamente atendido y nosotros seguimos cumpliendo con el resto de nuestras rutinas, con evidentes cambios, como es de esperar.

Pero ¿qué pasa con la parte emocional? ¿Acaso es tan fácil asumir está nueva situación?

Y ya no hablamos del cambio de rutinas, hablamos del cambio de roles. Bien paulatinamente, o bien de un día para otro, nuestro familiar (nuestro padre, nuestra madre, nuestro esposo, nuestra esposa, etc.) ha pasado de ser una persona autónoma, independiente, con capacidad para realizar tareas como ir a hacer la compra, pagar los recibos, ir al médico, cocinar, etc., a ser una persona que depende de otra, en este caso de nosotros, para cosas tan rutinarias como ir al servicio o comer. A nivel psicológico esto comprende un cambio significativo en nuestros esquemas de pensamiento, en nuestras emociones y sentimientos, en nuestra conducta y comportamiento. Hemos pasado de ser hijos a padres, de ser compañero a ser cuidador, de acompañar a hacer, de delegar a supervisar, en definitiva, nuestros roles familiares han cambiado significativamente, y nuestro padre, por ejemplo, esa persona que nos ha educado, nos ha nutrido de aprendizajes, nos ha guiado, nos ha cuidado, nos ha protegido… pasa a necesitarnos tanto o más como nosotros lo hemos hecho en el pasado, cuando dependíamos de él. 

 

No es tarea sencilla, además, cuando hay factores como la sobrecarga, tanto física como emocional, que nos ponen las cosas todavía más difíciles. Ser cuidadores implica un esfuerzo significativo, pero su premisa básica ha de ser el autocuidado. Siempre querremos proporcionar a nuestro familiar la mejor de las atenciones, el mejor de los cuidados, procuraremos darle lo mejor de nosotros mismos, pero no hemos de olvidar que si nosotros no nos cuidamos también, nunca le estaremos dando lo mejor de nosotros. Es necesario tomar conciencia, y pedir ayuda. ¡Qué importante es esto…! El peso de la responsabilidad que llevamos encima hace mella, y necesitamos sacar nuestra mejor versión para seguir avanzando. Por ellos, pero también por nosotros.

Ubicación

Camino del Cortijo Nº11

Natahoyo, Gijón

Puede localizarnos en el mapa

Contacto

EmailEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Teléfono: 984 491 822

Móvil: 679 872 845