A medida que cumplimos años nuestro corazón madura. Y no, no es que con la vejez el corazón se enfríe. Ni desde el punto de vista de los afectos, que siguen fluyendo a lo largo de toda nuestra vida, ni en lo relativo a los cuidados de ese órgano. Cuando nos hacemos mayores las dolencias cardiacas se presentan y expresan con mayor intensidad, condicionando una sustancial pérdida de nuestra calidad de vida.