Llevamos muchos meses sin poder abrazarnos tanto como nos gustaría. Pero dejemos esto a un lado. A nuestra sociedad le gustan los abrazos. Es una muestra de afecto habitual de los padres y abuelos con los niños y los amigos en la juventud. Pero ¿qué pasa cuando nos hacemos mayores? También precisamos ese contacto y afecto puesto que en ese momento es habitual sentirse solo, enfermo o asustado.